La hipertensión arterial es un problema sanitario grave, infradiagnosticado y modulado por los hábitos alimentarios, estilo de vida e ingesta de diversos nutrientes.
La hipertensión arterial, con cifras de presión arterial sistólica (PAS) y/o presión arterial diastólica (PAD) mayores o iguales a 140/90 mmHg, respectivamente, es un problema frecuente y favorece el riesgo de padecer diversas enfermedades cardiovasculares.
Estudios realizados en diferentes poblaciones españolas estiman una prevalencia de HTA entre el 30 y el 50%, pero el porcentaje real está por encima del que registra el sistema sanitario, dado que se trata de un problema infradiagnosticado, pues muchas personas hipertensas ignoran que lo son, y no toman medidas de control.
Evidencias respecto a la influencia de diversos factores nutricionales en el control de la hipertensión
Peso
Macronutrientes
La sustitución parcial de hidratos de carbono por proteínas o AGM, puede disminuir la PA y reducir el riesgo cardiovascular.
Un aporte adecuado de proteínas parece de utilidad en el control de la PA, sobre todo porque aumenta la excreción de sodio.
Un mayor consumo de lácteos ha sido relacionado con un menor incremento anual en las cifras de PA y un menor riesgo de padecimiento de HTA. Y algunos estudios prospectivos encuentran que los niños que consumen más lácteos en etapas tempranas de su vida tienen menor PA en infancia y adolescencia.
Ingesta de fibra
Ingesta de sodio y potasio
El sodio no es el principal condicionante de la PA, sino que actúa en conexión con otros minerales. De hecho, el incremento en la PA por el sodio puede potenciarse por una baja ingesta de calcio y potasio.
Se recomienda un incremento en la ingesta de potasio para la prevención y control de la HTA. Para lograr este objetivo, la población debe ser animada a incrementar el consumo de cereales integrales, frutas, verduras y lácteos.
Ingesta de calcio
Otros nutrientes
Dieta global
Capacidad antioxidante de la dieta
Consideraciones finales
Diversos factores relacionados con la nutrición y el estilo de vida juegan un papel importante. Las pautas más seguidas son: restricción en la ingesta de sodio, control de peso y la moderación de alcohol. Conviene destacar que la mejora de la dieta (aumento en el consumo de cereales integrales, legumbres, lácteos, verduras, frutas.. .) evitando un aporte insuficiente de nutrientes (especialmente de calcio, magnesio, proteínas, fibra y vitamina D) y el aumento de la actividad física parecen tener un gran impacto en el control de las cifras de PA. Asimismo, un menor consumo de grasa saturada (con aumento de AGM y omega-3), y la mejora de la capacidad antioxidante de la dieta pueden tener gran importancia en la lucha contra el problema.