El síndrome metabólico está caracterizado por englobar un grupo de anormalidades metabólicas y fisiológicas, que incluyen la presencia de tres o más de los siguientes factores de riesgo cardiovascular: obesidad central, hipertensión arterial, elevación de las concentraciones de glucosa y de triglicéridos o disminución de HDL-colesterol. La herencia juega un papel importante en el desarrollo de la enfermedad, aunque los hábitos de vida son determinantes en su desarrollo y progresión.
A las personas con síndrome metabólico se les recomienda el consumo de productos lácteos dentro de una dieta saludable. Debido a su contenido en vitamina D, calcio, magnesio, potasio y proteínas del suero de la leche, entre otros, los lácteos podrían contribuir a su prevención. Tras una revisión se concluyó que el consumo de 3-4 raciones de lácteos al día se asocia con una disminución del 29% del riesgo de desarrollar síndrome metabólico frente al consumo de menos de 2 lácteos al día.
Existen variaciones en cuanto al tipo de lácteo consumido, encontrándose efectos beneficiosos sobre todo asociados al consumo de leche y yogur. El efecto protector del yogur se relaciona con su contenido en organismos vivos. Este hecho confiere características especiales como la capacidad de reducir la absorción de colesterol, y por lo tanto prevenir la dislipidemia, o la de aumentar la biodisponibilidad del calcio.